Bitcoin: el cielo no es el límite

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La moneda virtual más famosa tocó los u$s 17.000 y tuvo un crecimiento meteórico a lo largo de 2017. Había arrancado el año a u$s 1.000. Cómo funcionan, cuál es el potencial de largo plazo y los riesgos a tener en cuenta antes de invertir.

El blockchain (o cadena de bloques) es la base tecnológica del funcionamiento del bitcoin y otras criptomonedas. Podría decirse que básicamente se trata de una base de datos compartida que funciona en forma similar a un registro o libro contable; puede imaginarse por ejemplo un archivo de Excel compartido por una gran cantidad de usuarios. Existen copias del registro en la red y en los ordenadores de cada participante en la creación y modificación de ese archivo. Esto presenta ventajas fundamentales en términos de seguridad y evitar manipulaciones, fraudes, confiscaciones y robos.

Más allá de los detalles sobre el funcionamiento tecnológico de estos instrumentos, es importante comprender qué es lo que aportan las criptomonedas en términos de innovación.

En esencia, estos instrumentos crean activos digitales con valor y escasos, y además lo hacen en forma descentralizada.

En el modelo tradicional de internet, lo más habitual es que se transfieran copias de archivos. Por ejemplo, si compramos una eBook en Amazon, recibiremos una copia de ese archivo.

Cuando se trata de transferir dinero online, la diferencia es central, ya que es importante que no exista duplicidad. Si A le transfiere dinero a B, necesitamos asegurarnos de que A no podrá disponer de una copia de ese dinero.

Cuando se utilizan aplicaciones de blockchain desaparece la necesidad del intermediario, ya que el registro de la operación implica necesariamente que la salida y entrada del dinero de una cuenta a otra son en efecto una misma transacción. Esto implica beneficios considerables en cuanto a seguridad, ahorro de costos, velocidad, privacidad y evitar situaciones como robos y confiscaciones.

El nacimiento de internet permitió intercambiar información digital en forma descentralizada y sin necesidad de intermediarios. Desde una perspectiva similar, bitcoin y otras criptomonedas permiten intercambiar valor económico eliminando los intermediarios y las regulaciones, garantizando además el anonimato de los participantes en la operación.

Es importante tener en cuenta que actualmente apenas estamos viendo la punta del iceberg en lo que respecta al desarrollo de criptomonedas. Así como a principios de la década del 90 hubiera sido muy complejo evaluar el potencial de internet a largo plazo, hoy en día puede ser difícil visualizar cuál será el alcance de las tecnologías de blockchain y criptomonedas en el largo plazo.

Un punto importante a tener en cuenta es que grandes jugadores, como bancos de inversión, compañías financieras, firmas de capital de riesgo y emprendedores de alto nivel, están apostando fuertemente a estos tipos de desarrollos.

En algún sentido, esta clase de procesos funciona como una profecía autocumplida. En la medida en que se vuelcan grandes sumas de capital financiero y humano al desarrollo de tecnologías de blockchain, esto incrementa también las chances de que estas tecnologías tengan desarrollos atractivos en el tiempo.

No perder de vista los riesgos

Las tecnologías de blockchain y los activos basados en estas tecnologías ofrecen un potencial de largo plazo más que interesante. De hecho, probablemente es demasiado temprano para comprender el potencial de estas herramientas y cuáles podrían ser las implicancias en los próximos años y décadas.

Por otro lado, esto no justifica por sí mismo una tesis de inversión en criptomonedas, especialmente teniendo en cuenta que los precios de muchos de estos instrumentos han subido exponencialmente en los últimos meses.

No es sencillo calcular cuál es un precio razonable para pagar por un activo de este tipo. A nivel intuitivo se comprende que, cuanto más utilizado sea el instrumento, mayor debería ser su valor económico y por lo tanto su precio de mercado. Sin embargo, a diferencia de una acción o un bono, no existen herramientas de valuación bien establecidas que nos permitan calcular si un activo en particular se encuentra sobrevaluado o subvaluado.

La comparación con la revolución tecnológica que implicó internet parece tener bastante sentido. Nadie duda de que internet transformó radicalmente nuestras vidas, y muchos de los negocios más exitosos en este rubro han generado ganancias extraordinarias para los inversionistas; de hecho, buena parte de las compañías más valiosas en el mundo operan en internet y tecnologías relacionadas.

Por otro lado, sobran los ejemplos de negocios que fracasaron estrepitosamente en el mundo de internet, especialmente entre las primeras compañías que salieron al mercado durante los tiempos de la burbuja de acciones tecnológicas. Amazon (AMZN) generó ganancias espectaculares en el mercado de retail online, aunque muchos de los primeros jugadores en el mercado terminaron en la quiebra, y los accionistas en estas compañías perdieron prácticamente la totalidad del capital invertido.

Quienes desprecian el blockchain, bitcoin y otras criptomonedas como una moda o un simple juguete están perdiendo de vista el potencial transformador de estas tecnologías a largo plazo. Por otro lado, quienes proponen comprar a cualquier precio con expectativas desmedidas de ganancias están olvidando los enormes riesgos que conlleva invertir en una herramienta tan innovadora. Las reglas de juego en el mercado de criptomonedas aún se están escribiendo; por lo tanto, operar con cautela y precaución es una estrategia saludable.

Para los inversionistas interesados en el tema, un acercamiento inteligente es el de profundizar el conocimiento sobre el funcionamiento de los diferentes instrumentos, sus fortalezas y debilidades. A la hora de asignar capital a estas clases de activos, conviene tener en cuenta que son enormemente volátiles e inestables; por lo tanto, conviene hacerlo en forma paciente y pausada, tomando posiciones parciales en la medida en que los precios resulten atractivos.

Oro en polvo o una estafa:

JP Morgan vs. Goldman Sachs

El consejero delegado de JP Morgan y número uno de la organización advirtió que el bitcoin “es un fraude”. “No es una cosa real”, aseguró el banquero durante una conferencia organizada por Barclays. Tras estos comentarios, la divisa virtual se desploma más de un 5% en los mercados de divisas, aunque rápidamente retomó su impulso alcista. Ya se acerca a los u$s 17.000, cuando arrancó el año a u$s 1.000.

JamieDimon incluso se atrevió a compararlo con una recordada burbuja del siglo XVII. “Es peor que los tulipanes, no va a terminar bien”, advirtió en declaraciones recogidas por la CNBC.

Sin embargo, a los pocos días Lloyd Blankfein –CEO de Goldman Sachs– salió a contestarle por Twitter. “Aún pensando sobre el bitcoin. No llegué a ninguna conclusión, ni a favor ni desfavorable. Tengan en cuenta que la gente también era escéptica cuando el papel moneda reemplazó al patrón oro”.

El comportamiento de esta moneda virtual resulta impactante, ya que se revalorizó 1.800% en tres años. Adelanta en 7 ejercicios la formación de la gran burbuja desde la década de los 90, la de las compañías puntocom: el índice tecnológico Nasdaq 100 tardó 10 años en acumular una subida semejante antes de hacer temblar a todo el mercado.

En un período igual, ni la burbuja del petróleo, que estalló en 2008, ni la de la plata, que lo hizo en 2011, alcanzaron tal dimensión. Tampoco la de la construcción, como advierten desde BespokeInvestment.

Ante esta última evidencia, existe una postura que, aunque no niega la existencia de una burbuja, argumenta que todos los activos que han protagonizado una siguen existiendo. Incluso, que tras los pinchazos correspondientes se han ganado una posición privilegiada en la economía mundial, como es el caso de las empresas cuyo negocio mana por completo de internet, entre las que ya nadie niega que gigantes como Alphabet o Amazon son y serán cruciales en todos los niveles.

Dimon lanzó una amenaza a sus trabajadores, al asegurar que despedirá “en un segundo” a cualquiera de sus comerciales que negocie con bitcoin. “Está en contra de nuestras reglas y serían estúpidos”, apuntó.

Opinión: El dinero es un servicio. Por Nubis Bruno, fundador Bitex

Un pago es una acción directa cargada de información sobre tu voluntad, es un mensaje contundente: “Put your money where your mouth is”, “Show me the money”.

Es impensado en la era de internet que para enviar mensajes haya que pedir permiso, y que además sea lento y caro.

Como a nadie se le ocurría una alternativa, el dinero monopolio se volvió una red ineficiente y desconectada de tus necesidades.

Cada nuevo costo, control o regulación quedó remachado desprolijamente a un engendro a conveniencia del proveedor, no tuya.

El bitcoin es el inicio de una alternativa, es un servicio puramente de dinero, provisto por una red de pares que se suman sin pedir permiso a los demás.

Es una red con una responsabilidad humilde pero bien clara: registrar y atestiguar públicamente envíos de bitcoins.

No tiene funcionalidades como la de garantizar la paridad con el dólar, controles tributarios o de lavado de dinero. No hay mecanismos de censura, confiscación o espionaje.

Los que entendemos de software y redes sabemos que para manejar ese nivel de complejidad lo mejor es tener distintas capas con diferentes responsabilidades, una arriba de la otra, actuando en conjunto.

Con el bitcoin puede ser que hayamos vuelto un par de pasos atrás, pero es para reconstruir el sistema financiero sobre cimientos más sólidos.

El fin último es que cambiemos el paradigma: cuando paguemos, ahorremos o nos presten dinero, que sea sobre una red abierta.

Que se paguen comisiones e intereses de mercado a quienes brindan un servicio, pero no regalías al dueño de la red.

Que la responsabilidad de los controles sea de cada organismo de control, y no de la red del dinero.

Más claro. Más prolijo. Mas modular. Más eficiente.

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