Un frenazo que costará remontar

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Los bancos habían acelerado el otorgamiento de préstamos en 2017. Pero todo cambió tras la devaluación. La suba de tasas reflejó la restricción monetaria acordada con el FMI. Los hipotecarios UVA también resultaron afectados. Por Claudio Zlotnik

La historia de Pablo Ricatti ─un empresario pyme─ es un fiel reflejo de lo sucedido en el mercado crediticio en este 2018. Lo mismo que la anécdota de Silvio Z., un abogado que debió postergar el sueño de la casa propia tras el estallido de la crisis.

Ricatti, dueño de la fábrica de pan industrial Salke Fresh (en San Justo; 52 empleados), pudo sacar un crédito a mediados de 2017. Como todavía estaba disponible, pudo tomar ─en un banco privado de capital extranjero─ una “línea productiva” a una tasa preferencial del 19% anual a tres años de plazo. Utilizó esos USD 100.000 para comprar e instalar una máquina para hacer pan de hamburguesas.

“Hoy no podría hacerlo. A pesar de que tengo todo en blanco, ningún banco me prestaría el dinero. Y si lo hiciera me cobraría por lo menos un 60% anual. Ninguna empresa tiene ese margen de rentabilidad. Sería imposible”, dice Ricatti.

Paradojas de la Argentina: el empresario no puede ocultar su alegría por haber accedido a esa máquina que le permite duplicar la velocidad de producción. Pero se lo nota fastidiado porque había pensado esa inversión para incrementar su volumen de ventas. Y hoy el mercado interno se achicó en medio de la recesión. Las entregas se le derrumbaron más del 20%.

La historia de Silvio Z. y su familia no difiere a la vivida por cientos de familias, a las que ─desde mitad de año─ se les escapó la posibilidad de acceder a una vivienda.

El caso de Silvio es típico: vive en un PH propio. Su idea era mudarse a un dúplex con un dormitorio adicional. Tenía todo arreglado con el banco. Había conseguido un crédito hipotecario UVA por $600.000 (algo menos de 30.000 dólares), con los que iba a cubrir la diferencia de valores entre ambas propiedades y el costo de la mudanza.

A mediados de julio, la operación se cayó. Con el dólar superando los $28 su crédito había quedado desactualizado. La negativa del dueño del dúplex a rebajar el precio lo obligó a desistir. No hubo forma de cubrir los $225.000 por la diferencia tras la devaluación.

La súbita alza del tipo de cambio postergó el sueño de muchos. La cantidad de escrituras concretadas con crédito hipotecario cayó nada menos que 60% en agosto pasado con respecto al mismo mes de 2017 (apenas 639 contra 1605 de un año atrás).

A medida que avanzó el año, las perfomances empeoraron: en septiembre, la contracción fue del 80% (tan sólo 381 versus 1.804 de septiembre 2017). Tan malo fue ese mes que se convirtió en el peor septiembre desde 2009 en lo que respecta a las escrituraciones con créditos hipotecarios.

A diferencia de lo ocurrido en la crisis 2001-2002, esta vez los precios de las propiedades se resisten a bajar. O lo hacen marginalmente. Los dueños, al menos por ahora, mantienen los valores en dólares como si no hubiese habido una devaluación tan fuerte.

Esa pérdida de los salarios frente a los precios nominados en dólares derrumbó el mercado inmobiliario. Y prácticamente hizo desaparecer a los créditos hipotecarios UVA, que hasta el momento del estallido se habían convertido en la gran esperanza para acceder a la vivienda propia.

Para peor, las entidades financieras ajustaron hacia arriba el costo de esos préstamos, en línea con lo que sucedió con las demás líneas, en medio de la crisis y la disparada de las tasas de interés.

Un crédito hipotecario UVA, que a comienzos del año se ofrecía en el Banco Nación a 3,5% más la inflación, cerró el 2018 con una tasa del 10% más UVA para los clientes de la entidad; y del 11,5% para aquellos que no lo eran. Este costo terminó siendo más elevado en las instituciones privadas: los pocos créditos hipotecarios que se ofrecían mostraban una tasa de hasta 17% más la inflación.

Semejante costo se transformó en el golpe de gracia para los hipotecarios con UVA.

Para pasar en limpio y tener una idea del motivo del desplome del mercado inmobiliario: un ejemplo para un crédito tomado en el Banco Nación, con las condiciones a comienzos de 2018 y con las del final de año:

  • A principios de año, por un millón de pesos de crédito hipotecario con un plazo de 30 años y un costo del 3,5% anual, una familia debía afrontar una cuota inicial de $4.500. Y el ingreso familiar necesario ascendía a $18.000.
  • A finales de 2018, y con la tasa en el 10%, la cuota inicial ya ascendía a $9.910 por cada millón de pesos otorgados. De esta manera, una familia debería juntar unos $40.000 de ingresos para acceder a una de esas líneas.

El relanzamiento del Plan Procrear, anunciado después de la ola devaluatoria, no tuvo el resultado esperado. Básicamente, por la sensible pérdida del poder adquisitivo de la población.

Lo cierto es que los hipotecarios ─que venían con un incremento del 80% (43% real hasta mitad de año) ─ sufrieron un frenazo de golpe.

En diálogo con Road Show, el presidente del Banco Provincia, Juan Curutchet, coincide en que ese desfase entre el valor de las propiedades (medido en pesos) y los salarios fue un duro golpe para los créditos hipotecarios. Básicamente porque rompió la dinámica virtuosa que se había dado, después de varios años en el que ese tipo de financiamiento estuvo ausente.

Pero que, así y todo, confía en que la banca pública lidere el proceso de recuperación que, espera, se dé en los próximos meses, de la mano de la estabilización cambiaria. Y también en el marco de la baja de la tasa de interés, que al menos ya comenzó para las Leliqs.

Más tasa, más morosidad

Sin tratarse de números que alerten a los financistas, lo cierto es que, junto con el aumento de los costos de los créditos y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, en los últimos meses del año se notó un empeoramiento del nivel de morosidad. Sobre todo en lo referente a la situación de las familias.

“El ratio de irregularidad estuvo explicado mayormente por el segmento de préstamos a las familias (subió 0,6 puntos porcentuales hasta 3,6 por ciento)”, indicó el Banco Central en su último “Informe sobre Bancos”. Se trata del mayor valor de la última década.

Sin que esta realidad genere preocupación en el sistema financiero (se trata de un valor bajo), la clave de lo que sucedió fue que las familias registraron un fuerte impacto por la aceleración inflacionaria y la pérdida de ingresos en términos reales. Este escenario incrementó la dificultad para abonar los vencimientos de cuotas tanto en líneas de consumo personal como de tarjetas de crédito.

Freno de mano

Hasta el estallido de la crisis, provocado por la devaluación, los créditos venían mostrando una situación muy auspiciosa.

Motorizados por los préstamos con garantía real, el volumen de créditos venía expandiéndose al 42% interanual (15% real). La mayor actividad económica de los primeros cuatro meses del año empujaba a las familias y a las empresas a tomar financiamiento. Era la continuación del último semestre de 2017, que también había sido muy expansivo para las familias y para las compañías.

Este cuadro optimista se acabó de golpe.

Hacia octubre, el otorgamiento de préstamos al sector privado se había expandido 32%, lo que implicó unos 14 puntos de caída en términos reales. De esta manera, en los primeros 10 meses del año, el crecimiento crediticio alcanzó al 46% versus enero-octubre de 2017, lo que pone ese guarismo en la misma línea que la inflación interanual.

Al comparar octubre versus septiembre, la caída fue del 0,9%. Se trató del primer saldo negativo en el mercado crediticio desde febrero de 2016, de acuerdo con un informe sectorial de la consultora LCG.

Los que más “sufrieron”, en este contexto, fueron los créditos personales, ante el retroceso en el consumo. La expansión de esas líneas resultó del 29% contra octubre del año pasado, bien por debajo de la inflación.

La contrapartida de este escenario fue lo sucedido con los depósitos a plazo fijo, que solamente en octubre mostraron una expansión de $115.000 millones.

Todo hace suponer que en 2019 comenzará un nuevo partido. Con el Banco Central y el Gobierno apostando a que la rebaja de las tasas de interés se acentúe y permita así el regreso de los créditos.

En un año eminentemente electoral, ése será el desafío. La suerte de la actividad económica dependerá, en buena medida, de que ese objetivo se convierta en un logro. Habrá que esperar hasta entonces para ver si se puede cumplir.

MINI REPORTAJE : Juan Curutchet, presidente del Banco Provincia

“La recuperación del crédito será paulatina, junto con los salarios”

Después de un semestre donde los créditos UVA se desplomaron, ¿qué expectativa tiene para el 2019?

─La perspectiva es que habrá un proceso, en donde veremos una recuperación paulatina de los salarios. En la medida en que se verifique, la brecha entre los salarios y las cuotas de los créditos volverá a achicarse y los créditos hipotecarios despegarán.

¿Cuánto tiempo demandará ese camino?

─Llevará varios meses, pero estoy seguro de que las variables convergerán. Los bienes en pesos subieron mucho más que los salarios, después de la devaluación. Ahora tenemos que esperar un poco.

¿Cuántos préstamos para la vivienda llevan otorgados?

─Dimos 17 mil el año pasado y 6.500 este año. Algo curioso: aun con la crisis y todo, estamos en un nivel mejor que en 2015. Hay una clara vocación de la banca pública de tener una fuerte presencia en el mercado hipotecario.

¿Trabajan en alternativas para las familias mientras esa brecha entre los precios de las propiedades y los salarios sigue siendo grande?

─Tenemos soluciones habitacionales más económicas. Utilizamos terrenos municipales y se licitan obras entre las constructoras de cada zona de la provincia de Buenos Aires. Vamos a dar varios miles de soluciones de este tipo. Un tercio de nuestros créditos para la vivienda están dirigidos a la refacción, ampliación y construcción de inmuebles. Mi expectativa es que este nicho repuntará rápidamente.

¿Hay algún tipo de ayuda a las empresas más chicas, en medio de la suba de las tasas de interés?

─Sobre todo en los descuentos de cheques. Les ofrecemos una tasa del 29% anual.

¿Y el resto de las líneas para las empresas?

─Los préstamos para la inversión vienen demorados. Estimo que en cuatro a cinco meses van a resurgir. Mientras tanto, nosotros ya reflotamos créditos para el sector rural, con una tasa efectiva del 35% anual. En un contexto de contracción monetaria resulta muy difícil expandir el crédito, pero es muy importante el cambio de la tendencia.

¿La estabilización del mercado cambiario está asegurada?

─Va poco tiempo. Confío en que las tasas de las Leliq (referencia) continuarán abaratándose, y esa tendencia va a empujar hacia abajo a las líneas bancarias.

¿Y la morosidad?

─Por suerte no es relevante. Notamos un pequeñísimo aumento, nada más. Hubo también algunas reestructuraciones empresarias, pero nada que nos preocupe más que el retraso de los salarios que ─como decíamos antes─ es lo que pinchò el crédito.

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