Alerta para el consumo: la mora en créditos personales y tarjetas ya preocupa a los bancos

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Según un informe de LCG, la suba de la morosidad en préstamos al consumo ya impacta en los balances bancarios y anticipa un freno en el gasto de las familias.

El nivel de mora bancaria sigue en aumento y ya enciende luces de alerta entre analistas y entidades financieras.

Aunque los datos oficiales disponibles llegan hasta abril de 2025, ya muestran un deterioro: la morosidad en préstamos personales subió al 4,6%, y en tarjetas de crédito, al 2,9%, destacó un informe de LCG.

Si bien aún no se trata de cifras alarmantes, fuentes bancarias indican que la tendencia continuó agravándose en mayo y junio, y afecta tanto a sectores medios como a segmentos más vulnerables.


Tarjetas de crédito en el foco

Uno de los patrones más claros aparece en el uso de tarjetas: primero, más usuarios dejaron de pagar el total del resumen y se limitaron a cancelar el pago mínimo. Luego, muchos ni siquiera alcanzaron a cubrir ese mínimo, lo que disparó los niveles de mora.

Esta situación, sumada al modelo contable que exige prever pérdidas crediticias esperadas (según normativa NIIF), ya impacta negativamente en los resultados financieros de los bancos.


¿Qué está detrás del aumento de la morosidad?

Los expertos apuntan a dos factores principales:

  • El crédito al consumo creció más rápido que los salarios, que todavía no logran recuperar poder adquisitivo real.

  • Las tasas de interés activas siguen en niveles altos, lo que dificulta el pago de cuotas o saldos financiados.


Créditos personales en máximos

Los préstamos personales crecieron con fuerza desde el piso de abril 2024, y el uso del financiamiento con tarjeta ya está en niveles récord. En este escenario, no sorprende que cada vez más familias tengan dificultades para cumplir con sus compromisos financieros.


¿Qué puede pasar con el consumo?

Este deterioro podría derivar en una desaceleración del crédito al consumo en los próximos meses. Y con ello, empieza a aparecer una incógnita clave para la economía: ¿podrá el consumo sostener su ritmo de crecimiento sin respaldo financiero?

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