Arriazu advierte al Gobierno: “Sin reservas no hay estabilización posible”

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El economista volvió a marcar que la flotación cambiaria requiere una estrategia activa de acumulación de divisas y mayor confianza en la política económica.

En medio de la discusión sobre el esquema de bandas cambiarias y la flotación administrada que impulsa el gobierno de Javier Milei, el economista Ricardo Arriazu volvió a dejar un mensaje directo: sin un proceso sostenido de acumulación de reservas, la estabilización seguirá siendo frágil.

Arriazu respaldó la continuidad del régimen que el ministro de Economía, Luis Caputo, ratificó esta semana. Pero advirtió que un dólar flotando dentro de un esquema de intervenciones selectivas solo funciona si el Banco Central compra divisas de manera consistente, aun cuando eso implique permitir una depreciación gradual del peso.

Para el economista, ese esquema configura lo que definió como una “flotación sucia”, en la que la autoridad monetaria debe evitar que la moneda se aprecie y, por el contrario, sostener un tipo de cambio que incentive la acumulación de dólares. La clave, explicó, es fijar metas diarias de compra de reservas sin prestar demasiada atención al movimiento de corto plazo del tipo de cambio.

Arriazu planteó dos caminos posibles para hacerse de esas divisas: que lo haga el Tesoro —lo que, dijo, ayudaría a reforzar la percepción de solvencia— o que intervenga directamente el Banco Central mediante emisión. Ninguna de las dos opciones está exenta de costos, pero ambas permiten fortalecer el balance externo.

El economista subrayó además que la estrategia oficial para sumar reservas por la vía comercial tiene límites. Recordó un estudio del think tank europeo Bruegel, que muestra que en Argentina —y en la mayoría de los países analizados— una suba brusca del tipo de cambio real genera una caída inicial de la actividad, reduce importaciones, pero no provoca un salto inmediato de las exportaciones. Pese a esa evidencia, sostuvo, estas experiencias “suelen ser pasadas por alto”.

Con datos históricos, Arriazu repasó el comportamiento de la cuenta corriente en América Latina y el Caribe entre 1980 y 2024: la región acumuló déficits equivalentes a US$2,47 billones, con apenas un puñado de años positivos. Solo Venezuela y Trinidad y Tobago tuvieron superávits significativos, mientras que Argentina terminó ese período con un rojo acumulado de US$196 mil millones.

Por eso, remarcó, el camino para fortalecer las reservas será, inevitablemente, la cuenta capital. El regreso del país al crédito internacional —señaló— solo ocurrirá cuando el Gobierno logre reconstruir la confianza y estabilizar las principales variables macroeconómicas.

Aun así, Arriazu mencionó algunos factores que podrían jugar a favor en el corto plazo: lluvias oportunas que habilitarían cosechas récord de trigo y cebada, junto con buenas perspectivas para el maíz, la soja y el girasol. Ese escenario, sostuvo, podría sumar más de US$5.000 millones al valor total de la producción agrícola.

En energía, anticipó que Argentina podría obtener superávits del orden de los US$4.000 millones en 2026 y US$7.000 millones en 2027, impulsados por mayores exportaciones netas aún con importaciones en ascenso.

Para cerrar, Arriazu puso el foco en la estabilidad financiera: “La confianza solo vuelve cuando quienes especulan contra el peso pierden alguna vez”, afirmó, planteando la necesidad de evitar nuevas corridas cambiarias en 2026 y 2027. También destacó el rol del apoyo financiero de Estados Unidos, aunque aclaró que ese respaldo solo sirve “para resolver problemas de liquidez, no para financiar gasto”.

“Lo central —concluyó— es no equivocarse en el manejo de las variables económicas. Si eso se logra, el panorama puede mejorar”.

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