La consultora LCG hizo un análisis de la última emisión del Gobierno.
El Tesoro Nacional concretó una emisión por el equivalente a 1.000 millones de dólares en Bontes 2030, un bono en pesos que marcó el regreso del Gobierno a los mercados internacionales tras años de cierre financiero.
Aunque se trate de una colocación en moneda local, el hecho de haber sido dirigida a inversores externos la dota de un fuerte contenido simbólico.
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Un regreso parcial a los mercados
Desde el punto de vista simbólico, la emisión representa un primer paso hacia la normalización del acceso al financiamiento voluntario, sin recurrir a organismos multilaterales. Que la colocación se haya realizado en pesos no es un dato menor: sugiere una estrategia de desdolarización y reafirma la apuesta del equipo económico por estabilizar expectativas.
Impacto real en reservas y metas con el FMI
En lo concreto, los dólares ingresados por esta operación permiten fortalecer las reservas brutas y netas del Banco Central. Esto es clave en momentos donde el cumplimiento de las metas acordadas con el FMI, especialmente la correspondiente al 13 de junio, se encuentra comprometido.
Además, la operación habilita al Gobierno a seguir aprovechando el “carry trade”, con tasas en pesos que superan las expectativas de devaluación en el corto plazo.
Riesgos y rendimientos: el dilema del tipo de cambio
El éxito real de la emisión dependerá en última instancia del comportamiento del tipo de cambio. Si el dólar sube fuertemente en los próximos meses, será una buena operación para el Tesoro y una mala inversión para los compradores. Si, por el contrario, el dólar se mantiene estable, los inversores habrán obtenido un retorno real positivo.
Hoy, el tipo de cambio real se encuentra en mínimos históricos, mientras que las importaciones y el turismo emisivo aumentan con fuerza, disimulados por el empuje estacional de las liquidaciones del agro. Esto augura presiones cambiarias en los próximos meses, aún sin un timing definido.
Un bono con opción de prolongación
Uno de los aspectos más novedosos del Bontes 2030 es la inclusión de una opción de cancelación anticipada (put). Técnicamente, permite a los inversores mantener el bono por dos años, pero con la posibilidad de extenderlo tres años más bajo las mismas condiciones.
Esta cláusula plantea interrogantes sobre cómo los compradores definieron su rentabilidad deseada. Podrían haber exigido una tasa más alta asumiendo una duration de dos años, o una más baja si esperaban mantenerlo por cinco años. Lo cierto es que, comparada con emisiones previas, la Tasa Efectiva Anual (TEA) alcanzó un 31,5%, muy por encima del 27% que estimaba el mercado para títulos con similar duration. Esto sugiere que la “prima por el put” podría haber sido costosa.
¿Precedente o experimento aislado?
Pese a su carácter innovador, no está claro que esta emisión abra la puerta a una serie de colocaciones futuras. El Gobierno necesita dólares, pero los mercados parecen esperar una mejora clara en el balance externo antes de arriesgar con mayor volumen. La estabilidad del riesgo país refleja esta tensión: ni mejora ni empeora, a la espera de definiciones.
Conclusiones
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El regreso a los mercados con un bono en pesos es una señal positiva, aunque aún incipiente.
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El ingreso de dólares mejora las reservas, pero no garantiza el cumplimiento de metas con el FMI.
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El tipo de cambio será el juez final: si se mantiene estable, será una buena colocación.
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El diseño con opción de prolongación pudo haber encarecido la colocación.
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No hay garantías de nuevas emisiones, a menos que mejoren los números externos.